martes, 13 de mayo de 2008

Henry David Thoreau

Henry David Thoreau nació en 1817 en Concord, Massachussetts. En 1845 se construyó una cabaña de troncos y durante dos años vivió cerca de las orillas de un lago. De esa experiencia nacería una de sus obras más recordadas: "Walden". En 1848 se negó a pagar los impuestos porque esos fondos compulsivos eran derivados a la guerra de Estados Unidos contra México. Entonces, fue encarcelado. La compasión de algunos amigos pagó la fianza. Thoreau entonces dictó una célebre conferencia que, en lengua castellana, se divulgó como el "Ensayo sobre la desobediencia civil." Texto de exaltada defensa de la libertad individual frente a las injerencias del Estado.
Otra de sus obras fundamentales fue el "Elogio de la vida salvaje".
WALDEN O LA MÍSTICA DEL BOSQUE.
1. La enseñanza de la simplicidad.
"Fui a los bosques porque deseaba vivir en la meditación, afrontar únicamente los hechos esenciales, y no sucediera que estando próximo a morir, descubriese que no había vivido. No quería vivir lo que no fuera vida; ¡la vida es tan cara!, ni tampoco deseaba practicar la resignación, a menos que fuese enteramente necesaria. Quería vivir profundamente y extraer todo lo maduro como para infligir una derrota a todo lo que no fuese vida; guadañar un ancho espacio a ras del suelo; empujar la vida a un rincón y reducirla a sus términos más bajos, y si mostrase ser mezquina, obtener su genuina y total mezquindad y publicar su miseria ante el mundo; o si, resultara ser sublime, conocerla por experiencia, y ser capaz de dar una verdadera noticia de ella en mi próxima excursión. Porque me parece que la mayor parte de los hombres están en una extraña incertidumbre sobre si será del diablo o de Dios la vida, y han llegado a la conclusión, un poco apresurada, de que el principal fin del hombre sobre la tierra es "glorificar a Dios y gozar de Él eternamente".
Todavía vivimos miserablemente, como hormigas, aunque diga la fábula que hace mucho fuimos transformados en hombres; como pigmeos, luchamos con las grullas; cae error sobre error, remiendo sobre remiendo y nuestra mejor virtud tiene por ocasión una miseria superflua y evitable. Un hombre honesto no tiene necesidad de contar con más que con los diez dedos de sus manos, y en casos extremos puede añadir los diez dedos de los pies y tomar en globo lo demás. ¡Simplicidad, simplicidad, simplicidad! Sean tus asuntos dos o tres y no un centenar o un millar; en vez de un millón cuenta media docena, y haz la cuenta en la uña del pulgar. En medio de este mar picado de la vidas civilizada, son tales las nubes, las tormentas, las arenas movedizas, y los mil y un detalle que deben considerarse, que un hombre, si no quiere zozobrar e irse a pique sin llegar a ningún puerto, tiene que vivir haciendo estimas, y ha de ser un gran calculador, por cierto, quien tenga éxito. Simplifica, simplifica. En lugar de cien platos, cinco; y reduce las otras cosas en la misma proporción. "
Henry David Thoreau

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